22.5.11





                    LAS AMAZONÍAS DEL PERÚ:                  
                      UNIDAD EN LA BIODIVERSIDAD

                      LA CULTURA AMAZÓNICA

                                        Por Róger Rumrrill

       
 
          ¿Existe una cultura amazónica?  Si a lo largo de los siglos y milenios una suma de factores de diversa y múltiple índole, histórica, geográfica, lingüística, económica, legendaria y mítica, han constituido las culturas nacionales como la griega, china, francesa, argentina, mexicana  y peruana, es posible pensar e imaginar que elementos constitutivos de la misma naturaleza hayan producido las culturas regionales con sus respectivas especificidades. La cultura regional amazónica sería una de éstas en el caso de toda la cuenca amazónica sudamericana y la cultura amazónica en el caso del Perú.

                        Las ciencias sociales coinciden en afirmar que la cultura tiene un carácter multidimensional y, por lo mismo, todo lo que el ser humano  hace, inventa y crea es cultura. Por esa misma razón la cultura es la esencia en la construcción de una nación. Sin embargo, hay corrientes de pensamiento que conciben la cultura desde una concepción elitista, es decir, patrimonialista, indentificándola sólo como expresión artística,  conservación del patrimonio histórico-arqueológico y la promoción de la denominada alta cultura.

      El Perú es un país multicultural y multilingue. Esta multiculturalidad y multietnicidad le dota a nuestro país de ricas y diversas indentidades: criolla, mestiza, blanca, afrodescendiente, quechua, aymara e indígena amazónica. Sólo en la Amazonía Peruana viven 13 familias etnolingüísticas que hablan más de 60 lenguas.

    Sin embargo, esta nación multilingue y multicultural tiene un Estado monocultural que surge del viejo Estado criollo y colonial. Y este es, precisamente, el gran dilema y la gran fractura que incomunica a las diversas identidades sobre todo indígenas con el Estado monocultural. Este Estado homogeneizador ha creador sistemas que tienden a borrar estas múltiples identidades. Uno de ellos es el derecho positivo basado en el derecho romano que ignora el derecho consuetudinario indígena andino-amazónico, lo mismo que el sistema educativo que forma monolingües en una nación multilingue.

                                Los pueblos indígenas y la cultura amazónica

     Los demógrafos e historiadores aún no coinciden en el cálculo  de la población indígena amazónica precolombina. Las estimaciones oscilan entre los 7 a 10 millones de habitantes. Según la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), la organización que agrupa e integra a las organizaciones indígenas de los 9 países ribereños del Amazonas, la población indígena amazónica en la actualidad es de 1 millón y medio de habitantes. Esta población corresponde a 400 familias etnolinguísticas que, según la misma COICA, eran 2000 familias y 7 millones de habitantes en el pasado precolombino.

                                                    Maestro chamán Luis Culquitón

      En el Perú, el mapa etnolinguístico está integrado por 13 familias. Entre ellas están los Pano, Jíbaro-Jíbaro, Arawak, Huitoto, Cahuapana, Harakmbut, Peba-Yagua, Tacana, Tucano,Tupí-Guaraní, Záparo y dos más sin clasificación. La viva y rica cosmovisión de estos pueblos y culturas, su saber y conocimiento, forman la matriz de la cultura amazónica, enriquecida e integrada, con frecuencia mediante la imposición, con los aportes culturales africanos, europeos, asiáticos y de otros pueblos que través de los siglos, desde el descubrimiento europeo del Amazonas por el español Juan Vicente Núñez Pinzón el26 de enero de 1500 y antes, en sucesivas oleadas, poblaron la cuenca amazónica.

     “Las cosmovisiones son las concepciones que diferentes sociedades han desarrollado no sólo sobre su entorno ambiental y el mundo inmediatamente visible sino también sobre los espacios que se extienden más allá de lo perceptible a través de los sentidos”, escribe el antropólogo Fernando Santos Granero. 

     La comprensión y el entendimiento de estas complejas cosmovisiones es una condición sine qua non para descifrar no sólo la clave del arte amazónico sino también para vislumbrar el universo mágico y mítico indígena amazónico y aproximarse a su pensamiento y saber. La comparación entre el pensamiento indígena amazónico y el pensamiento occidental, abren las puertas a la comprensión de dos mundos y dos realidades que tienen que integrarse y entenderse para inventar, construir y crear una nueva sociedad amazónica, sincrética, amazónica y universal.

    Para el pensamiento occidental, lo material es la única base de lo real. Existe un mundo y una sola realidad. Es decir, un mundo único, unificado, regido por las leyes físicas y químicas únicas y válidas para todos sus ámbitos. Estas son las leyes de la lógica clásica aristotélica. Son mundos en la categoría de naturaleza en tanto categoría opuesta a la de cultura y sociedad.

    Entretanto, para la cosmovisión indígena y el pensamiento mágico, la realidad tiene aspectos materiales y no materiales. Realidades visibles y no visibles y realidades ordinarias y extraordinarias. Para ese pensamiento, asimismo, existe un único cosmos, pero ese cosmos es una unidad en la diversidad; en la multiplicidad. Es un cosmos integrado por diversos mundos ubicados en espacios o en planos espaciales diferentes: los mundos del monte, los ríos y las cochas. En este universo no hay divisiones entre la cultura y naturaleza. Ambos son concebidos como partes.

    Todo el imaginario que alimenta la cultura popular amazónica está penetrado por este pensamiento y saber indígena y el arte amazónico moderno toma de la fastuosa y espléndida cosmovisión indígena sus imágenes, metáforas, símbolos y proposiciones para la construcción de una nueva utopía social, cultural y política en el siglo XXI.

      Pero el aporte indígena al desarrollo humano y sostenible de las Amazonías en el Perú del siglo XXI es mucho más abarcador e integral.  “Los conocimientos que los indígenas tienen sobre la biodiversidad de plantas, animales y germoplasma son claves para la humanidad. En efecto, conocen miles de plantas útiles silvestres y domesticadas, centenares de animales, y condiciones ambientales que serán la clave para necesidades futuras de la humanidad entera”, dice el informe “Amazonía sin mitos” (Comisión Amazónica de Desarrollo y Medio Ambiente, sin fecha de edición).

         Es imposible prescindir de los conocimientos y experiencias indígenas en el manejo del bosque tropical, en las técnicas pesqueras sostenibles, en la preparación de sus chacras que imitan a la naturaleza y en su extraordinario conocimiento de la medicina en base a la utilización de las plantas. Jacques Tournon, científico francés que ha estudiado a lo largo de dos decenios a los Pano, en su libro “La merma mágica. Vida e Historia de los Shipibo-Conibo del Ucayali”. Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP), Lima, febrero de 2002), se refiere a más de dos centenares de rao, plantas medicinales cuyas propiedades terapéuticas y etiológicas los Pano conocen en profundidad y lo aplican en la curación de diversas enfermedades. Este invalorable conocimiento etnobotánico es fundamental para la investigación científica de las plantas y su empleo en la medicina occidental.

       Una de las mayores contribuciones de los pueblos indígenas amazónicos a la sociedad humana del siglo XXI es, sin duda, su cosmovisión sobre la naturaleza. Para los indígenas amazónicos, lo mismo que para los andinos, la naturaleza es sagrada y en esta concepción están implícitos los valores de la reciprocidad y la espiritualidad. El pensamiento animista y panteísta sobre la naturaleza, desgarrado y destruido por el pensamiento lineal y materialista del capitalismo, debe posibilitar una rearticulación del hombre y la sociedad del siglo XXI con la naturaleza, la única posibilidad de sobrevivencia del hombre en un planeta Tierra en el límite de su soportabilidad ecológica.

        “En contraste con el antropocentrismo euroamericano (de larga fecha en la herencia cultural judeo-cristiana), los pueblos indígenas durante milenios construyeron cosmologías cosmocéntricas y policéntricas basadas en la lógica de la diversidad y la reciprocidad”, escribe Stéfano Varese en su libro “La sal de los cerros. Resistencia y utopía en la Amazonía Peruana” (Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2006) para relievar este pensamiento que enriquece las bases ideológicas, filosóficas y empíricas de una nueva utopía social en el alma del Tercer Milenio.

                                   La cultura y el arte amazónicos

       Las raíces y las fuentes de la cultura y el arte amazónicos son indígenas. La literatura, la música, la danza, la pintura y otras expresiones de la cultura y el arte reflejan y traducen esta impronta indígena. 
      Para el caso de la literatura, tanto la poesía como la narrativa, encuentran en la etnoliteratura indígena las claves de su inspiración, creación e invención de sus universos creativos: el tiempo cíclico o circular, las historias y los personajes, los arquetipos y los paradigmas. También la tradición oral de origen indígena-mestizo, que representa el proceso sincrético de las culturas amazónicas de múltiple origen y procedencia, es una fuente valiosa de recreación y creación.

                      Huarmi Boa III           Autor: Christian Bendayán        
    La mejor pintura amazónica le debe sus formas, sus texturas, sus imágenes, sus mitos y leyendas al mundo de las representaciones y simbologías indígenas. Desde el surgimiento de la pintura amazónica a fines del siglo XIX en pleno auge del ciclo del caucho  y su plena madurez en los cincuentas y sesentas del siglo XX con pintores como César Calvo de Araujo y Américo Pinasco , pasando por Yando (Hildebrando Ríos Valderrama), Pablo Amaringo y Eduardo Meza Saravia y los más destacados de la primera década del siglo XXI, Samuel Coriat, Nancy Dantas, Gino Ceccarelli, Juan Orsi, Rember Yahuarcani y Sixto Saurín, entre otros, todos están de una u otra manera poderosamente influidos por la cosmovisión indígena.
      Incluso el pintor amazónico más elogiado por la crítica, Christian Bendayán, que pinta iconografías de la subcultura urbana, de esa realidad donde se funden y se mezclan lo rural en trance de extinción y lo urbano amazónico con toda la carga de la globalización y sus códigos más agresivos, no puede, no podría renunciar a lo indígena: en su óleos y acrílicos que recrean el submundo de la vida urbana en particular de la ciudad de Iquitos, la mayor urbe amazónica peruana, hay como una mirada mágica y misteriosa desde lo indígena. 

          Varios de estos pintores se sumergen en la tradición pictórica indígena. Pero en especial Juan Orsi, que vive en Italia, parte desde  la tradición pictórica indígena, en su caso Shipibo-Conibo para la recreación de su obra. Los Shipibo-Conibo-Shetebo del Ucayali, pertenecientes a la familia etnolingüística Pano, posiblemente sean los artistas plásticos más consumados de la cuenca amazónica sudamericana. Son pueblos que han interactuado con la naturaleza amazónica y en especial con los ecosistemas fluviales a lo largo de milenios. Hijos del río, del bosque y los cielos, habitaban originalmente en los hinterland o “tierra adentro”, según la clasificación de Betty Meggers, luego durante el estío veraniego que corresponde a las vaciantes en los meses de junio, julio y agosto, se trasladaban a las orillas del Ucayali y sus afluentes para dedicarse a la pesca. Allí, en las playas ucayalinas, no sólo aprendieron y desarrollaron las más sofisticadas prácticas pesqueras, sino también crearon las más complejas y refinadas cosmologías con sus dioses fundadores moradores de la remota constelación de Huismabu (la Cruz del Sur).

          El río Ucayali, el único río peruano porque nace y muere en el Perú según la definición del Ing. Juan Mendoza Balboa, un ciudadano español que echó raíces en el Ucayali, es sin duda uno de los ríos más ricos de la Amazonía en fauna y flora. A lo largo de los siglos, por la propia dinámica fluvial, las grandes crecientes, los inviernos diluviales y también por la deforestación masiva sobre todo a fines del siglo XX y principios del XXI, el río ha ido cambiando de curso formándose decenas, centenares y quizás miles de lagos en estos antiguos cursos meándricos. Esta red lacustre es un emporio de fauna hidrobiológica.

         La riqueza de esta cuenca permitió, a lo largo de los siglos, el desarrollo de la cultura Shipibo-Conibo-Shetebo quienes, luego de cruentas disputas con los Tupí-Guaraní y Arawak, de acuerdo a las investigaciones de Donald Lathrap, finalmente sentaron su hegemonía sobre la cuenca ucayalina y como resultado de la acumulación de riqueza y la consiguiente especialización y división interna del trabajo, las mujeres alcanzaron el alto nivel de representación y figuración de su universo mítico y cosmológico.

                        Noche Estelada Amazónica / Autor: Juan Salazar Orsi

            Los tejidos, bordados y la cerámica de los Shipibo-Shetebo-Conibo son sin duda la más alta expresión del arte indígena en toda la cuenca amazónica principalmente por la estilización gráfica y el refinado geometrismo de sus representaciones simbólicas. A diferencia de otras culturas y pueblos indígenas de la Amazonía, cuyas representaciones son figurativas, los Pano del Ucayali dibujan y recrean sus universos metafóricos, totémicos y simbólicos con trazos geométricos y grafismos que semejan el arte moderno occidental. La garza blanca (Ushu mashán), la boa negra y el pájaro martín pescador, identidades totémicas de la cultura Pano, están representadas en sus cántaros, vasijas, telas bordadas para diverso uso, con estilizaciones y a veces abstracciones semejantes a los códigos occidentales modernos, como en las pinturas de Picasso, Mondrian, Cézanne y Klee. 

     La pintura amazónica que ha seguido un proceso de evolución, transformación y maduración que va desde el paisajismo o selvismo hasta el expresionismo mágico, alcanzando altos niveles formales y estéticos, no es la única expresión artística de raigambre indígena en la Amazonía. La narrativa amazónica peruana no sólo ha recibido la poderosa influencia de Gabriel García Márquez y el realismo mágico, sino también la indeleble impronta de la etnoliteratura indígena y la tradición oral mestiza. En los libros de César Calvo, Arnaldo Panaifo Teixeira y Róger Rumrrill se revelan y se recrean las cosmologías, los saberes, los mitos fundacionales y lo mágico y mítico del universo indígena amazónico. En la novela “Las tres mitades de Ino Moxo” de César Calvo, si bien el personaje es un shamán mestizo, Manuel Córdova Ríos, pero toda la parafernalia y la ritualidad shamánica descrita por el curandero tiene un origen indígena. Lo mismo en las relatos para niños de Róger Rumrrill, “La anaconda del Samiria” y “Narraciones de la Amazonía”, el alter ego del escritor, el anciano Oroma, narra mitos y leyendas recreados o reiventados de la etnoliteratura.

           Otras expresiones de la cultura y el arte amazónicos modernos como la música, la danza y el castellano amazónico tienen el sello amazónico. La música amazónica actual tiene tres vertientes. La música criolla de origen costeño, la música folklórica de múltiples influencias y la etnomúsica o música original indígena. La música criolla amazónica, tanto el vals como la marinera, proceden de la cultura musical costeña y ésta a su vez se origina en las corrientes e influencias melódicas que desembarcan en el Virreynato de Lima en el período colonial y posteriormente durante la república. Los vals amazónicos tienen de tal sólo la letra. El notable pintor amazónico César Calvo de Araujo (1910-1970) que también era literato y músico, estaba trabajando arduamente en la creación de un vals amazónico con tonalidades y ritmos inspirados en el viento, los trinos de los pájaros, los cantos sagrados indígenas y la musicalidad de la naturaleza tropical. Producto de esa búsqueda es el vals “El chacarero”. Murió y su empeño de crear un vals auténticamente amazónico quedó trunco.

         La música folklórica amazónica es el resultado de una fusión y por lo tanto  es el caudal musical de muchos tributarios. Por un lado están los aportes de la música afroperuana y la andina y de ésta el huayno que es el soporte melódico del sitaracuy, el changanacuy y el chimaichi, los tres ritmos emblemáticos del folklore amazónico. La música folklórica amazónica peruana también paga tributo a la música popular amazónica de Brasil-sambas, batuques y marchas- y de Colombia con bambucos, porros y cambias. El aporte de la música indígena se deja sentir en las cadencias sincopadas del folklore musical.

         La etnomúsica o música indígena es la otra vertiente. Aparte de Josafat Roel Pineda, pocos son los etnomusicólogos que se han dedicado al estudio y la difusión de la música indígena. Sin embargo, su influencia es perceptible en el folkclore. Cuando a la profusa investigación antropológica de los pueblos y culturas amazónicas se agregue el trabajo de los etnomusicólogos que estudien y graben los cantos rituales de estos pueblos habrá como un descubrimiento y una revelación de la cultura musical amazónica.

        En lo respecta a las danzas, pasa igual que con la etnomúsica. No existen estudios de las danzas rituales indígenas. Las danzas supuestamente indígenas-Asháninka, Shipibo-Conibo-Shetebo, Bora, etc.-que se muestran en los escenarios son danzas bailables fuertemente influidas por la música popular de Brasil y Colombia y el folklore. El conocimiento de la etnodanza y el estudio de sus coreografías rituales, será un valioso aporte a la creación de una danza amazónica moderna enriquecida con el sincretismo de la danza moderna occidental.

      Todas estas categorizaciones o tipologías de la música como una expresión de la cultura amazónica son cada día menos nítidas y diferenciadas porque asistimos a un proceso dinámica de fusiones y sincretismos en todos los ámbitos de la cultura. Como resultado de este proceso de cambios, dinamizado poderosamente por la tecnología, la globalización frecuentemente uniformizadora, ha dado lugar al surgimiento de orquestas y grupos musicales desde los años setenta del siglo XX que han fusionado y tropicalizado la música amazónica. Grupos como “Los Mirlos”, “Juaneco y su combo” y “Explosión”, entre otros, marcan la pauta y los gustos de la música amazónica. Se da ahora una tendencia de fusión, sincretismo y asimilación no sólo de todos los ritmos y melodías, sino también de todos los instrumentos y todas las tecnologías instrumentales: desde los instrumentos de viento y percusión hasta los eléctricos y electrónicos.

         Esta tendencia de fusión y sincretismo que se produce en la música, la literatura, la pintura y las ideas y la filosofía-la postmodernidad y su concepto de relativismo es una muestra de ello-se manifiesta  en el español amazónico. En “El español amazónico hablado en el Perú” (Lima, 2003), el poeta y lingüista Luis Hernán Ramírez estudia este español que se habla en la Amazonía y es el resultado de múltiples confluencias linguísticas e idiomáticas producidas y generadas a lo largo de los siglos. Dos son los idiomas formadores y forjadores: las lenguas española y quechua. Pero a estas dos lenguas matrices hay que sumar el portugués brasileño y las lenguas indígenas amazónicas.

        Las características más notables del español amazónico son fonológicas y morfosintácticas. Ejemplos de ellos son una distinta estructura tonal, confusión de la “j” con la “f”; cambios en el orden sintáctico, omisión de vocales, transtornos en la concordancia de géneros y un ritmo acentual a diferencia del ritmo silábico como ocurre en otras lenguas.  La caudalosa migración andina hacia la Amazonía a fines del siglo XX y principios del siglo XXI, la influencia del español andino y costeño, los procesos de integración con otros países fronterizos, en especial Colombia, Brasil y Bolivia, el fuerte impacto del cine y la televisión, la inserción del lenguaje cibernético en las lenguas habladas y escritas están provocando profundos cambios también en el español hablado en la Amazonía y por tanto en la cultura amazónica peruana en el alba del siglo XXI.
               
   Lo indígena hoy: cultura, arte, utopías y paradigmas en las Amazonías del siglo XXI  

         El científico social peruano Aníbal Quijano ha planteado la hipótesis que Tomás Moro (1478-1535), hombre de leyes, escritor y estadista nacido en Londres, Inglaterra, sólo pudo escribir su más famoso libro “Utopía” después del contacto de Occidente con las sociedades indígenas y el descubrimiento de América por Colón (1492) pero sobre todo con la revelación y descripción de un archipiélago ubicado en Brasil que hace el cartógrafo y navegante florentino Américo Vespucio y que Moro lee con avidez y asombro. 

          Se produce entonces, de acuerdo a Quijano, un profundo corte histórico en la forma de concebir sociedades socialmente justas. Porque antes del contacto con las sociedades indígenas de nuestro continente, en las que se inspira More para escribir “Utopía”, las sociedades miraban hacia el pasado en busca del “paraíso perdido” de la justicia. Después de “Utopía”, las sociedades no retroceden, sino avanzan. La utopía está en el futuro.

         Hoy en día, en la primera década del siglo XXI, las sociedades indígenas andino-amazónicas representan la nueva utopía social del Tercer Milenio. No sólo en el campo del arte y la cultura, sino fundamentalmente en el hecho que su pensamiento y saber, su cosmovisión y su relación con la Madre Naturaleza, sus valores éticos referidos a la espiritualidad y la reciprocidad, son contribuciones fundamentales para la construcción de una nueva utopía social y de nuevos paradigmas.

             En su libro “La sal de los cerros. Resistencia y utopía en la Amazonía Peruana”, el notable antropólogo peruano Stéfano Varse señala que para muchos académicos e intelectuales tanto de América Latina y de Estados Unidos “las últimas tres décadas del siglo XX que hoy día nos ponen ante el umbral incierto de un tercer milenio en el que la utopía de una sociedad igualitaria, justa y moral parece no tener ya cabida”.
 
            Pero este fin de las ilusiones utópicas, según el mismo autor, empezó temprano, con la crisis de la tradición teocéntrica utópica mesiano-escatológica del mundo mediterráneo-europeo a causa del  antropocentrismo, la razón y la ciencia aportados por el Renacimiento y el Iluminismo. Con el derrumbe del Muro de Berlín y el colapso del socialismo realmente existente cae la utopía marxista y filósofos y economistas como Milton Friedman y Francis Fukuyama en “El fin de la historia” anuncian el advenimiento de la nueva utopía, la del capitalismo y la economía de mercado, que luego de la gran crisis del sistema financiero y los mercados de 2007 y 2008, descubre y revela sus debilidades y contradicciones estructurales. 

            Citando un ensayo del filósofo Jurgen Habermas que define el siglo XX como un siglo “breve” que cronológicamente se inicia con la Primera Guerra Mundial (1914) y concluye con el desmoronamiento de la Unión Soviética (1980-1991), Varese señala que “el nuevo milenio se anunciaba bajo el signo de un Estado de bienestar social amenazado de estrangulamiento por el neoliberalismo implacable, de nuevas formas sutiles  y globales de re-colonización, de desigualdades acentuadas entre  Norte y Sur, de viejos problemas de paz y seguridad internacional agudizados por estas mismas crecientes desigualdades económicas, de polarizaciones de clases extremas en casi todos los países del mundo, de desastres ecológicos de dimensiones globales”.

     En este escenario, reflexiona Varese, los principios de diversidad (bio-cultural), de reciprocidad (social y cósmica) y la complementariedad son las bases de la construcción de una nueva utopía de acuerdo a la cosmovisión, el pensamiento y el saber indígenas.

        Para el pensamiento indígena, el tiempo es circular y cíclico. Para los indígena Embera de Colombia, de acuerdo a un estudio del antropólogo Luis Guillermo Vasco Uribe, el pasado no está atrás según la concepción lineal de Occidente, sino que está adelante. Y el futuro no está al frente sino es lo que viene atrás. Por lo tanto, desde el pasado, habitado por los antepasados, se marca la ruta del porvenir con su carga de historia, cultura y saber.
                                         

                       Werner  Bartra Padilla   Moyobamba (1970). Profesor de lengua y literatura y abogado por la Universidad...