LAS
AMAZONÍAS DEL PERÚ:
UNIDAD EN LA BIODIVERSIDAD
LA
CULTURA AMAZÓNICA
Por
Róger Rumrrill
¿Existe una cultura
amazónica? Si a lo largo de los siglos y
milenios una suma de factores de diversa y múltiple índole, histórica,
geográfica, lingüística, económica, legendaria y mítica, han constituido las
culturas nacionales como la griega, china, francesa, argentina, mexicana y peruana, es posible pensar e imaginar que
elementos constitutivos de la misma naturaleza hayan producido las culturas
regionales con sus respectivas especificidades. La cultura regional amazónica
sería una de éstas en el caso de toda la cuenca amazónica sudamericana y la
cultura amazónica en el caso del Perú.
Las ciencias sociales
coinciden en afirmar que la cultura tiene un carácter multidimensional y, por
lo mismo, todo lo que el ser humano
hace, inventa y crea es cultura. Por esa misma razón la cultura es la
esencia en la construcción de una nación. Sin embargo, hay corrientes de
pensamiento que conciben la cultura desde una concepción elitista, es decir,
patrimonialista, indentificándola sólo como expresión artística, conservación del patrimonio
histórico-arqueológico y la promoción de la denominada alta cultura.
El Perú es un país
multicultural y multilingue. Esta multiculturalidad y multietnicidad le dota a
nuestro país de ricas y diversas indentidades: criolla, mestiza, blanca,
afrodescendiente, quechua, aymara e indígena amazónica. Sólo en la Amazonía
Peruana viven 13 familias etnolingüísticas que hablan más de 60 lenguas.
Sin embargo, esta nación
multilingue y multicultural tiene un Estado monocultural que surge del viejo
Estado criollo y colonial. Y este es, precisamente, el gran dilema y la gran
fractura que incomunica a las diversas identidades sobre todo indígenas con el
Estado monocultural. Este Estado homogeneizador ha creador sistemas que tienden
a borrar estas múltiples identidades. Uno de ellos es el derecho positivo
basado en el derecho romano que ignora el derecho consuetudinario indígena
andino-amazónico, lo mismo que el sistema educativo que forma monolingües en una
nación multilingue.
Los pueblos indígenas y la cultura
amazónica
Los demógrafos e
historiadores aún no coinciden en el cálculo
de la población indígena amazónica precolombina. Las estimaciones oscilan
entre los 7 a 10 millones de habitantes. Según la Coordinadora de las
Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), la organización que
agrupa e integra a las organizaciones indígenas de los 9 países ribereños del
Amazonas, la población indígena amazónica en la actualidad es de 1 millón y
medio de habitantes. Esta población corresponde a 400 familias etnolinguísticas
que, según la misma COICA, eran 2000 familias y 7 millones de habitantes en el
pasado precolombino.
Maestro chamán Luis Culquitón
Maestro chamán Luis Culquitón
En el Perú, el mapa
etnolinguístico está integrado por 13 familias. Entre ellas están los Pano,
Jíbaro-Jíbaro, Arawak, Huitoto, Cahuapana, Harakmbut, Peba-Yagua, Tacana,
Tucano,Tupí-Guaraní, Záparo y dos más sin clasificación. La viva y rica
cosmovisión de estos pueblos y culturas, su saber y conocimiento, forman la
matriz de la cultura amazónica, enriquecida e integrada, con frecuencia
mediante la imposición, con los aportes culturales africanos, europeos,
asiáticos y de otros pueblos que través de los siglos, desde el descubrimiento
europeo del Amazonas por el español Juan Vicente Núñez Pinzón el26 de enero de
1500 y antes, en sucesivas oleadas, poblaron la cuenca amazónica.
“Las cosmovisiones son las
concepciones que diferentes sociedades han desarrollado no sólo sobre su
entorno ambiental y el mundo inmediatamente visible sino también sobre los
espacios que se extienden más allá de lo perceptible a través de los sentidos”,
escribe el antropólogo Fernando Santos Granero.
La comprensión y el entendimiento
de estas complejas cosmovisiones es una condición sine qua non para descifrar
no sólo la clave del arte amazónico sino también para vislumbrar el universo
mágico y mítico indígena amazónico y aproximarse a su pensamiento y saber. La comparación
entre el pensamiento indígena amazónico y el pensamiento occidental, abren las
puertas a la comprensión de dos mundos y dos realidades que tienen que
integrarse y entenderse para inventar, construir y crear una nueva sociedad
amazónica, sincrética, amazónica y universal.
Para el pensamiento occidental, lo
material es la única base de lo real. Existe un mundo y una sola realidad. Es
decir, un mundo único, unificado, regido por las leyes físicas y químicas
únicas y válidas para todos sus ámbitos. Estas son las leyes de la lógica
clásica aristotélica. Son mundos en la categoría de naturaleza en tanto
categoría opuesta a la de cultura y sociedad.
Entretanto, para la cosmovisión
indígena y el pensamiento mágico, la realidad tiene aspectos materiales y no
materiales. Realidades visibles y no visibles y realidades ordinarias y
extraordinarias. Para ese pensamiento, asimismo, existe un único cosmos, pero
ese cosmos es una unidad en la diversidad; en la multiplicidad. Es un cosmos
integrado por diversos mundos ubicados en espacios o en planos espaciales
diferentes: los mundos del monte, los ríos y las cochas. En este universo no
hay divisiones entre la cultura y naturaleza. Ambos son concebidos como partes.
Todo
el imaginario que alimenta la cultura popular amazónica está penetrado por este
pensamiento y saber indígena y el arte amazónico moderno toma de la fastuosa y
espléndida cosmovisión indígena sus imágenes, metáforas, símbolos y
proposiciones para la construcción de una nueva utopía social, cultural y
política en el siglo XXI.
Pero el aporte indígena al
desarrollo humano y sostenible de las Amazonías en el Perú del siglo XXI es
mucho más abarcador e integral. “Los
conocimientos que los indígenas tienen sobre la biodiversidad de plantas,
animales y germoplasma son claves para la humanidad. En efecto, conocen miles
de plantas útiles silvestres y domesticadas, centenares de animales, y
condiciones ambientales que serán la clave para necesidades futuras de la
humanidad entera”, dice el informe “Amazonía sin mitos” (Comisión Amazónica de
Desarrollo y Medio Ambiente, sin fecha de edición).
Es imposible prescindir de los
conocimientos y experiencias indígenas en el manejo del bosque tropical, en las
técnicas pesqueras sostenibles, en la preparación de sus chacras que imitan a
la naturaleza y en su extraordinario conocimiento de la medicina en base a la
utilización de las plantas. Jacques Tournon, científico francés que ha
estudiado a lo largo de dos decenios a los Pano, en su libro “La merma mágica.
Vida e Historia de los Shipibo-Conibo del Ucayali”. Centro Amazónico de
Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP), Lima, febrero de 2002), se refiere
a más de dos centenares de rao, plantas medicinales cuyas propiedades
terapéuticas y etiológicas los Pano conocen en profundidad y lo aplican en la
curación de diversas enfermedades. Este invalorable conocimiento etnobotánico
es fundamental para la investigación científica de las plantas y su empleo en
la medicina occidental.
Una de las mayores contribuciones
de los pueblos indígenas amazónicos a la sociedad humana del siglo XXI es, sin
duda, su cosmovisión sobre la naturaleza. Para los indígenas amazónicos, lo
mismo que para los andinos, la naturaleza es sagrada y en esta concepción están
implícitos los valores de la reciprocidad y la espiritualidad. El pensamiento
animista y panteísta sobre la naturaleza, desgarrado y destruido por el
pensamiento lineal y materialista del capitalismo, debe posibilitar una
rearticulación del hombre y la sociedad del siglo XXI con la naturaleza, la
única posibilidad de sobrevivencia del hombre en un planeta Tierra en el límite
de su soportabilidad ecológica.
“En contraste con el antropocentrismo
euroamericano (de larga fecha en la herencia cultural judeo-cristiana), los
pueblos indígenas durante milenios construyeron cosmologías cosmocéntricas y
policéntricas basadas en la lógica de la diversidad y la reciprocidad”, escribe
Stéfano Varese en su libro “La sal de los cerros. Resistencia y utopía en la
Amazonía Peruana” (Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2006) para
relievar este pensamiento que enriquece las bases ideológicas, filosóficas y
empíricas de una nueva utopía social en el alma del Tercer Milenio.
La
cultura y el arte amazónicos
Las raíces y las fuentes de la
cultura y el arte amazónicos son indígenas. La literatura, la música, la danza,
la pintura y otras expresiones de la cultura y el arte reflejan y traducen esta
impronta indígena.
Para el caso de la literatura, tanto
la poesía como la narrativa, encuentran en la etnoliteratura indígena las
claves de su inspiración, creación e invención de sus universos creativos: el
tiempo cíclico o circular, las historias y los personajes, los arquetipos y los
paradigmas. También la tradición oral de origen indígena-mestizo, que
representa el proceso sincrético de las culturas amazónicas de múltiple origen
y procedencia, es una fuente valiosa de recreación y creación.
Huarmi Boa III Autor: Christian Bendayán
Huarmi Boa III Autor: Christian Bendayán
La mejor pintura amazónica le debe sus
formas, sus texturas, sus imágenes, sus mitos y leyendas al mundo de las
representaciones y simbologías indígenas. Desde el surgimiento de la pintura
amazónica a fines del siglo XIX en pleno auge del ciclo del caucho y su plena madurez en los cincuentas y
sesentas del siglo XX con pintores como César Calvo de Araujo y Américo Pinasco
, pasando por Yando (Hildebrando Ríos Valderrama), Pablo Amaringo y Eduardo
Meza Saravia y los más destacados de la primera década del siglo XXI, Samuel
Coriat, Nancy Dantas, Gino Ceccarelli, Juan Orsi, Rember Yahuarcani y Sixto
Saurín, entre otros, todos están de una u otra manera poderosamente influidos
por la cosmovisión indígena.
Incluso el pintor amazónico más elogiado por
la crítica, Christian Bendayán, que pinta iconografías de la subcultura urbana,
de esa realidad donde se funden y se mezclan lo rural en trance de extinción y
lo urbano amazónico con toda la carga de la globalización y sus códigos más
agresivos, no puede, no podría renunciar a lo indígena: en su óleos y acrílicos
que recrean el submundo de la vida urbana en particular de la ciudad de
Iquitos, la mayor urbe amazónica peruana, hay como una mirada mágica y
misteriosa desde lo indígena.
Varios de estos pintores se sumergen en
la tradición pictórica indígena. Pero en especial Juan Orsi, que vive en
Italia, parte desde la tradición
pictórica indígena, en su caso Shipibo-Conibo para la recreación de su obra. Los
Shipibo-Conibo-Shetebo del Ucayali, pertenecientes a la familia etnolingüística
Pano, posiblemente sean los artistas plásticos más consumados de la cuenca amazónica
sudamericana. Son pueblos que han interactuado con la naturaleza amazónica y en
especial con los ecosistemas fluviales a lo largo de milenios. Hijos del río,
del bosque y los cielos, habitaban originalmente en los hinterland o “tierra
adentro”, según la clasificación de Betty Meggers, luego durante el estío
veraniego que corresponde a las vaciantes en los meses de junio, julio y
agosto, se trasladaban a las orillas del Ucayali y sus afluentes para dedicarse
a la pesca. Allí, en las playas ucayalinas, no sólo aprendieron y desarrollaron
las más sofisticadas prácticas pesqueras, sino también crearon las más
complejas y refinadas cosmologías con sus dioses fundadores moradores de la remota
constelación de Huismabu (la Cruz del Sur).
El río Ucayali, el único río
peruano porque nace y muere en el Perú según la definición del Ing. Juan
Mendoza Balboa, un ciudadano español que echó raíces en el Ucayali, es sin duda
uno de los ríos más ricos de la Amazonía en fauna y flora. A lo largo de los
siglos, por la propia dinámica fluvial, las grandes crecientes, los inviernos
diluviales y también por la deforestación masiva sobre todo a fines del siglo
XX y principios del XXI, el río ha ido cambiando de curso formándose decenas,
centenares y quizás miles de lagos en estos antiguos cursos meándricos. Esta
red lacustre es un emporio de fauna hidrobiológica.
La riqueza de esta cuenca
permitió, a lo largo de los siglos, el desarrollo de la cultura
Shipibo-Conibo-Shetebo quienes, luego de cruentas disputas con los Tupí-Guaraní
y Arawak, de acuerdo a las investigaciones de Donald Lathrap, finalmente
sentaron su hegemonía sobre la cuenca ucayalina y como resultado de la
acumulación de riqueza y la consiguiente especialización y división interna del
trabajo, las mujeres alcanzaron el alto nivel de representación y figuración de
su universo mítico y cosmológico.
Noche Estelada Amazónica / Autor: Juan Salazar Orsi
Noche Estelada Amazónica / Autor: Juan Salazar Orsi
Los tejidos, bordados y la
cerámica de los Shipibo-Shetebo-Conibo son sin duda la más alta expresión del
arte indígena en toda la cuenca amazónica principalmente por la estilización
gráfica y el refinado geometrismo de sus representaciones simbólicas. A
diferencia de otras culturas y pueblos indígenas de la Amazonía, cuyas
representaciones son figurativas, los Pano del Ucayali dibujan y recrean sus
universos metafóricos, totémicos y simbólicos con trazos geométricos y grafismos
que semejan el arte moderno occidental. La garza blanca (Ushu mashán), la boa
negra y el pájaro martín pescador, identidades totémicas de la cultura Pano,
están representadas en sus cántaros, vasijas, telas bordadas para diverso uso,
con estilizaciones y a veces abstracciones semejantes a los códigos
occidentales modernos, como en las pinturas de Picasso, Mondrian, Cézanne y
Klee.
La pintura amazónica que ha
seguido un proceso de evolución, transformación y maduración que va desde el
paisajismo o selvismo hasta el expresionismo mágico, alcanzando altos niveles
formales y estéticos, no es la única expresión artística de raigambre indígena
en la Amazonía. La narrativa amazónica peruana no sólo ha recibido la poderosa
influencia de Gabriel García Márquez y el realismo mágico, sino también la
indeleble impronta de la etnoliteratura indígena y la tradición oral mestiza.
En los libros de César Calvo, Arnaldo Panaifo Teixeira y Róger Rumrrill se
revelan y se recrean las cosmologías, los saberes, los mitos fundacionales y lo
mágico y mítico del universo indígena amazónico. En la novela “Las tres mitades
de Ino Moxo” de César Calvo, si bien el personaje es un shamán mestizo, Manuel
Córdova Ríos, pero toda la parafernalia y la ritualidad shamánica descrita por
el curandero tiene un origen indígena. Lo mismo en las relatos para niños de
Róger Rumrrill, “La anaconda del Samiria” y “Narraciones de la Amazonía”, el
alter ego del escritor, el anciano Oroma, narra mitos y leyendas recreados o
reiventados de la etnoliteratura.
Otras expresiones de la
cultura y el arte amazónicos modernos como la música, la danza y el castellano
amazónico tienen el sello amazónico. La música amazónica actual tiene tres
vertientes. La música criolla de origen costeño, la música folklórica de
múltiples influencias y la etnomúsica o música original indígena. La música
criolla amazónica, tanto el vals como la marinera, proceden de la cultura
musical costeña y ésta a su vez se origina en las corrientes e influencias melódicas
que desembarcan en el Virreynato de Lima en el período colonial y
posteriormente durante la república. Los vals amazónicos tienen de tal sólo la
letra. El notable pintor amazónico César Calvo de Araujo (1910-1970) que
también era literato y músico, estaba trabajando arduamente en la creación de
un vals amazónico con tonalidades y ritmos inspirados en el viento, los trinos
de los pájaros, los cantos sagrados indígenas y la musicalidad de la naturaleza
tropical. Producto de esa búsqueda es el vals “El chacarero”. Murió y su empeño
de crear un vals auténticamente amazónico quedó trunco.
La música folklórica
amazónica es el resultado de una fusión y por lo tanto es el caudal musical de muchos tributarios.
Por un lado están los aportes de la música afroperuana y la andina y de ésta el
huayno que es el soporte melódico del sitaracuy, el changanacuy y el chimaichi,
los tres ritmos emblemáticos del folklore amazónico. La música folklórica
amazónica peruana también paga tributo a la música popular amazónica de
Brasil-sambas, batuques y marchas- y de Colombia con bambucos, porros y
cambias. El aporte de la música indígena se deja sentir en las cadencias
sincopadas del folklore musical.
La etnomúsica o música indígena
es la otra vertiente. Aparte de Josafat Roel Pineda, pocos son los
etnomusicólogos que se han dedicado al estudio y la difusión de la música
indígena. Sin embargo, su influencia es perceptible en el folkclore. Cuando a
la profusa investigación antropológica de los pueblos y culturas amazónicas se
agregue el trabajo de los etnomusicólogos que estudien y graben los cantos
rituales de estos pueblos habrá como un descubrimiento y una revelación de la
cultura musical amazónica.
En lo respecta a las danzas,
pasa igual que con la etnomúsica. No existen estudios de las danzas rituales
indígenas. Las danzas supuestamente indígenas-Asháninka,
Shipibo-Conibo-Shetebo, Bora, etc.-que se muestran en los escenarios son danzas
bailables fuertemente influidas por la música popular de Brasil y Colombia y el
folklore. El conocimiento de la etnodanza y el estudio de sus coreografías
rituales, será un valioso aporte a la creación de una danza amazónica moderna
enriquecida con el sincretismo de la danza moderna occidental.
Todas estas categorizaciones o
tipologías de la música como una expresión de la cultura amazónica son cada día
menos nítidas y diferenciadas porque asistimos a un proceso dinámica de
fusiones y sincretismos en todos los ámbitos de la cultura. Como resultado de
este proceso de cambios, dinamizado poderosamente por la tecnología, la
globalización frecuentemente uniformizadora, ha dado lugar al surgimiento de
orquestas y grupos musicales desde los años setenta del siglo XX que han
fusionado y tropicalizado la música amazónica. Grupos como “Los Mirlos”, “Juaneco
y su combo” y “Explosión”, entre otros, marcan la pauta y los gustos de la
música amazónica. Se da ahora una tendencia de fusión, sincretismo y
asimilación no sólo de todos los ritmos y melodías, sino también de todos los
instrumentos y todas las tecnologías instrumentales: desde los instrumentos de
viento y percusión hasta los eléctricos y electrónicos.
Esta tendencia de fusión y
sincretismo que se produce en la música, la literatura, la pintura y las ideas
y la filosofía-la postmodernidad y su concepto de relativismo es una muestra de
ello-se manifiesta en el español
amazónico. En “El español amazónico hablado en el Perú” (Lima, 2003), el poeta
y lingüista Luis Hernán Ramírez estudia este español que se habla en la
Amazonía y es el resultado de múltiples confluencias linguísticas e idiomáticas
producidas y generadas a lo largo de los siglos. Dos son los idiomas formadores
y forjadores: las lenguas española y quechua. Pero a estas dos lenguas matrices
hay que sumar el portugués brasileño y las lenguas indígenas amazónicas.
Las características más notables
del español amazónico son fonológicas y morfosintácticas. Ejemplos de ellos son
una distinta estructura tonal, confusión de la “j” con la “f”; cambios en el
orden sintáctico, omisión de vocales, transtornos en la concordancia de géneros
y un ritmo acentual a diferencia del ritmo silábico como ocurre en otras
lenguas. La caudalosa migración andina
hacia la Amazonía a fines del siglo XX y principios del siglo XXI, la
influencia del español andino y costeño, los procesos de integración con otros
países fronterizos, en especial Colombia, Brasil y Bolivia, el fuerte impacto
del cine y la televisión, la inserción del lenguaje cibernético en las lenguas
habladas y escritas están provocando profundos cambios también en el español
hablado en la Amazonía y por tanto en la cultura amazónica peruana en el alba
del siglo XXI.
Lo indígena hoy: cultura, arte, utopías y
paradigmas en las Amazonías del siglo XXI
El científico social peruano
Aníbal Quijano ha planteado la hipótesis que Tomás Moro (1478-1535), hombre de
leyes, escritor y estadista nacido en Londres, Inglaterra, sólo pudo escribir
su más famoso libro “Utopía” después del contacto de Occidente con las
sociedades indígenas y el descubrimiento de América por Colón (1492) pero sobre
todo con la revelación y descripción de un archipiélago ubicado en Brasil que
hace el cartógrafo y navegante florentino Américo Vespucio y que Moro lee con
avidez y asombro.
Se produce entonces, de acuerdo a
Quijano, un profundo corte histórico en la forma de concebir sociedades socialmente
justas. Porque antes del contacto con las sociedades indígenas de nuestro
continente, en las que se inspira More para escribir “Utopía”, las sociedades
miraban hacia el pasado en busca del “paraíso perdido” de la justicia. Después
de “Utopía”, las sociedades no retroceden, sino avanzan. La utopía está en el futuro.
Hoy en día, en la primera
década del siglo XXI, las sociedades indígenas andino-amazónicas representan la
nueva utopía social del Tercer Milenio. No sólo en el campo del arte y la
cultura, sino fundamentalmente en el hecho que su pensamiento y saber, su
cosmovisión y su relación con la Madre Naturaleza, sus valores éticos referidos
a la espiritualidad y la reciprocidad, son contribuciones fundamentales para la
construcción de una nueva utopía social y de nuevos paradigmas.
En su libro “La sal de los cerros.
Resistencia y utopía en la Amazonía Peruana”, el notable antropólogo peruano
Stéfano Varse señala que para muchos académicos e intelectuales tanto de
América Latina y de Estados Unidos “las últimas tres décadas del siglo XX que
hoy día nos ponen ante el umbral incierto de un tercer milenio en el que la
utopía de una sociedad igualitaria, justa y moral parece no tener ya cabida”.
Pero este fin de las ilusiones
utópicas, según el mismo autor, empezó temprano, con la crisis de la tradición
teocéntrica utópica mesiano-escatológica del mundo mediterráneo-europeo a causa
del antropocentrismo, la razón y la
ciencia aportados por el Renacimiento y el Iluminismo. Con el derrumbe del Muro
de Berlín y el colapso del socialismo realmente existente cae la utopía
marxista y filósofos y economistas como Milton Friedman y Francis Fukuyama en
“El fin de la historia” anuncian el advenimiento de la nueva utopía, la del
capitalismo y la economía de mercado, que luego de la gran crisis del sistema
financiero y los mercados de 2007 y 2008, descubre y revela sus debilidades y
contradicciones estructurales.
Citando un ensayo del filósofo
Jurgen Habermas que define el siglo XX como un siglo “breve” que cronológicamente
se inicia con la Primera Guerra Mundial (1914) y concluye con el
desmoronamiento de la Unión Soviética (1980-1991), Varese señala que “el nuevo
milenio se anunciaba bajo el signo de un Estado de bienestar social amenazado
de estrangulamiento por el neoliberalismo implacable, de nuevas formas
sutiles y globales de re-colonización,
de desigualdades acentuadas entre Norte
y Sur, de viejos problemas de paz y seguridad internacional agudizados por
estas mismas crecientes desigualdades económicas, de polarizaciones de clases
extremas en casi todos los países del mundo, de desastres ecológicos de
dimensiones globales”.
En este escenario, reflexiona
Varese, los principios de diversidad (bio-cultural), de reciprocidad (social y
cósmica) y la complementariedad son las bases de la construcción de una nueva
utopía de acuerdo a la cosmovisión, el pensamiento y el saber indígenas.
Para el pensamiento indígena, el
tiempo es circular y cíclico. Para los indígena Embera de Colombia, de acuerdo
a un estudio del antropólogo Luis Guillermo Vasco Uribe, el pasado no está
atrás según la concepción lineal de Occidente, sino que está adelante. Y el
futuro no está al frente sino es lo que viene atrás. Por lo tanto, desde el
pasado, habitado por los antepasados, se marca la ruta del porvenir con su
carga de historia, cultura y saber.